domingo, 6 de noviembre de 2011
Michoacán se pudrió y fracaso del PRD
14:26
Flash Gordon
Otrora considerado bastión fundacional del PRD; emblema de la llamada izquierda mexicana y, por si hiciera falta, asiento de una de las más respetadas dinastías políticas mexicanas —la de los Cárdenas—, hoy el estado de Michoacán es uno más de los vergonzosos fracasos de la alternancia.
El estado de Michoacán, en tanto cuerpo político, económico y social, es un moribundo en espera de una transfusión capaz de cambiar la sangre que por una larga década gangrenó uno de los más ricos estados del país. La transfusión se dará el domingo próximo, por la vía electoral, y la nueva sangre será azul o, salvo un milagro, tricolor.
Pero el cambio no sólo puede significar la salvación o la recuperación del moribundo sino que, al mismo tiempo, ratificará lo que aquí hemos señalado durante años: que el PRD, en lo particular, y la llamada izquierda, en general, son un vergonzoso fracaso en tanto gobiernos alternativos al viejo PRI.
Se los comen los gusanos.
Y si tienen dudas de la forma en que se pudrió el PRD y sus gobiernos en Michoacán, un recuento elemental. Es un secreto a voces —que no ven sólo quienes cierran los ojos— que en Michoacán se cultiva, produce, distribuye, comercializa y consume droga desde hace décadas.
Es un secreto nada guardado que la generosidad de Michoacán es tal que produjo su propio cártel criminal —La Familia Michoacana—, que por años vivió del comercio de la droga y alimentó a pueblos completos con la siembra de mariguana y la fabricación de drogas de diseño. Y es tan generosa la tierra michoacana que parió un segundo cartel, desprendimiento del primero, que impuso sus tablas de la ley y que se hace llamar Los Caballeros Templarios.
Es público y notorio —y hasta existen videos y grabaciones de audio en poder de la policía federal y del Ejército— que Michoacán es uno de los pocos estados del país donde las bandas criminales y del narcotráfico tienen una fuerte base social, alimentada no sólo con el combustible del dinero abundante y rápido, sino con su propio código de conducta y sus reglas de lealtad y silencio.
Pueblos enteros en donde todos saben que todo —verdaderas fortunas que reparten a cambio de lealtad y silencio— viene de la droga y del crimen organizado y en donde —en el extremo— se organizan movilizaciones sociales contra el Ejército y la policía federal, en las que participan niños, jóvenes, maestros, comerciantes, taxistas, empresarios y hasta servidores públicos, sin que ninguna autoridad municipal y/o estatal diga nada.
Es sabido por todos los partidos políticos —políticos y gobernantes— que ser candidato a alcalde, diputado local, federal, senador y aspirante a gobernador en Michoacán lleva aparejado el compromiso de pedir permiso, no a los jefes de los partidos, no al jefe político que suele ser el gobernador, sino al jefe de la plaza en turno, sean de lo que queda de La Familia, sea de lo que más se mueve: Los Caballeros Templarios.
Es sabido por todos —según grabaciones de los jefes de los cárteles que operan en esa entidad— que en Michoacán los medios de comunicación —muchos de ellos— están bajo la rigurosa ley de “la plata y/o el plomo”, que consigue silencio y respaldo, según lo reclamen las circunstancias.
Y seguramente el de Michoacán es el único caso en donde a sabiendas de que el señor Julio César Godoy Toscano era narcotraficante, alto jefe de La Familia Michoacana —con evidencias incontrovertibles—, los diputados del PRD, PT y Convergencia se prestaron a meterlo de manera ilegal al Congreso, ungirlo como diputado federal, apapacharlo y aplaudirlo, para luego dejarlo escapar impune, una vez que la autoridad pretendió detenerlo.
El de Michoacán es el único caso en donde una persecución legal contra alcaldes —presuntamente vinculados con las bandas criminales locales— fue echada abajo no con evidencias de inocencia, sino con los instrumentos del odio y la guerra política que viene de julio de 2006. ¿Qué no defendió “toda la izquierda” a los narcoalcaldes?
El gobierno de Michoacán es el único caso en donde un medio hermano del gobernador en turno, el señor Julio César Godoy, pertenecía a la más poderosa banda criminal de la región y, durante años, se paseó como si nada por todo el estado, en todos los estratos sociales, mientras que el gobernador, el señor Leonel Godoy, nunca vio nada y menos actuó contra su pariente y la banda criminal a la que pertenecía.
Reino de impunidad.
Y la noche del pasado jueves, en Michoacán, mataron a Ricardo Guzmán, alcalde del municipio de La Piedad, y uno de los militantes del PAN más activos. Y frente a ese cuestionable crimen político, el gobernador saliente, el inefable Leonel Godoy, sólo atinó a decir que las elecciones del próximo domingo, 13 de noviembre, serán seguras. ¡De verdad!
Por eso la pregunta obliga ¿Qué más tiene que pasar en Michoacán, para que partidos, gobiernos, instituciones y autoridades hagan algo? ¿Qué más debe ocurrir en Michoacán para que cambie el estado de cosas, para que acabe el reino de la impunidad, la complicidad, la corrupción, el reino del narcotráfico y la violencia, y para que retroceda el crimen?
Por lo pronto, queda claro que frente al escandaloso nivel de complicidad que prevalece en todos los estratos sociales de Michoacán; frente a un gobierno y un partido político podridos, nunca nadie sabrá quién está detrás del crimen intolerable cometido contra el alcalde panista del municipio de La Piedad.
¿A quién le importa aclarar el crimen de Ricardo Guzmán, si el gobierno de Leonel Godoy está cooptado por las bandas criminales que reclutaron a su hermano y —presuntamente— a muchos otros servidores públicos de su gobierno?
¿Quién va a revelar datos de los criminales, si lo que queda de La Familia Michoacana y su desprendimiento, Los Caballeros Templarios, tienen el control total de alcaldes, policías municipales, buena parte de la policía estatal y, por si existían dudas, a no pocos aspirantes a alcaldes y diputados locales?
Lo cierto es que más que los michoacanos tienen en su mano la posibilidad de un cambio real; echar del poder a los corruptos gobiernos del PRD y llamar de vuelta al PRI, o darle la oportunidad a la alternancia con el PAN. Y es que Michoacán es ejemplo de la izquierda fallida. Al tiempo.