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sábado, 3 de octubre de 2009

Hola Mundo


















Los chairos no van a creer otra cosa (para conocer la definición de chairo consúltese este link), así que tendré que decir el patrón –es decir, Felipe Calderón, cuya voz llega y retumba hasta el mismísimo Mongo, donde mantiene tembloroso y sosegado a Ming el desalmado- me mandó a ganarme mi bono de Walmart escribiendo algo en el blog, o ya no me iba a alcanzar para la cerveza de Arbórea que un servidor y la bella Dale Arden tanto disfrutamos.

Dicho esto, me gustaría comenzar esta primera colaboración con lo que ha sido mi principal argumento entre los chairos, y que se parece bastante a lo que el filósofo inglés Bertrand Russell solía decir sobre los moralistas. Russell exponía que el fin del moralista es mejorar la conducta del hombre, y es un fin loable, porque la conducta de la mayoría de la gente, decía, es francamente lamentable (si le queda alguna duda, mire lo que Galilea hizo con el Sammy). Sin embargo, Russell se negaba a apoyar al moralista en cuanto a los fines y los métodos que aspiraba a promover. Lo mismo puede decirse de los chairos. Toda persona pensante sabe que México es un país con tremendas desigualdades, con una clase política mentirosa, cínica y corrupta. No puedo, entonces, criticar a los chairos cuando dicen querer cambiar el país. Ese no es mi problema. Mi problema es que no puedo apoyar ni los medios ni los fines que parecen buscar, a saber, entronizar a López Obrador.


Tal es, pues, mi exposición de motivos para con el pejismo. Para mi es tan pernicioso para la renovación política del país como lo son las pseudociencias orbitando alrededor de cada disciplina científica, las cuales alejan al público de toda comprensión cabal del mundo: la astrología a la astronomía, digamos, o las historias de platillos voladores para la búsqueda científica de vida extraterrestre. ¿Para qué gastar millones de dólares en radiar señales al espacio buscando hacer comunicación con otras inteligencias, si se supone que hombrecitos verdes raptan chiflados cada quince días?


De igual manera, no existe una sola reforma fundamental del país a la cual el Peje no presente objeción, llámese fiscal, laboral o energética, sin más argumento racional que los motores emocionales descritos en los principios del propagandista nazi Joseph Goebbels. López Obrador gusta particularmente del de la transfusión, según el cual: “Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.”


Así que siempre el llamado es a defenderse contra “la minoría rapajj” de los oscuros intereses extranjeros, al dominio español, la “opresión indígena”, y cuantos diablos haya en la demonología popular mexicana. Mi consejo para cualquier persona buscando dar credibilidad a sus ideas sobre una renovación nacional no podría ser otro que el de marcar la mayor distancia posible del discurso lopezobadorista o cualquier cosa que siquiera se le parezca. Si hemos de comprender y remediar las causas de nuestros problemas, debemos superar nuestras supersticiones, las cuales son por definición miedos irracionales. Significa no tener miedo a la imaginación, pero manteniéndose también cautos y escépticos. Significa sacar jugo de nuestra inteligencia. Significa, en otras palabras, dejar de lado a López Obrador.


Así que el fin de este blog es muy simple: reírse a costas de la turba de fanáticos lopezobradoristas a cambio de, con suerte, aprender y pensar un poco. Bienvenidos!