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domingo, 27 de noviembre de 2011

Grandes Experimentos del Socialismo


Mientras que en nuestro país existe una fuerte corriente político-ideológica que subscribe y promueve el socialismo como forma de vida, partidos políticos, analistas e ideólogos que abogan por este sistema económico de control estatal de la economia, la enorme mayoría de los mexicanos por alguna razón no alcanzan a comprender hoy en día el impacto económico que el socialismo y sus conceptos económicos llego a alcanzar cuando naciones enteras pusieron en practica las ideas y teorías económicas socialistas de Carlos Marx. 

Circa 1970, en Alemania del Este, Rumania y otros países socialistas, mucha gente compraba casi todas sus cosas, frutas, ropa, muebles y toda clase de utensilios en los mercados negros y no en los almacenes oficiales, tampoco utilizaban bancos oficiales para ahorrar y despreciaban la moneda oficial, los billetes impresos por el estado carecían de valor y credibilidad para ellos y en cambio hacían todas sus transacciones utilizando como moneda corriente, ¡las cajetillas de cigarros Kent!.

¿Cómo fue posible que sociedades educadas y civilizadas que venían utilizando monedas y billetes corrientes por miles de años hubiesen llegado al punto casi anárquico de rechazar las monedas oficiales de su país y optaban ahora por utilizar una marca de cigarros extranjera para resolver sus actividades económicas? 

Si una cajetilla de cigarros y muchos otros bienes de consumo pueden ser utilizados como moneda corriente, ¿entonces como podemos definir el concepto de “moneda”? 

Uno de los problemas fundamentales era que los encumbrados economistas socialistas que controlaban las economías de esos estados no entendían, debido a sus dogmas ideológicos, que las monedas corrientes impresas y avaladas por sus estados podían o no, tener un valor intrínseco independientemente de lo que el estado decretara, es decir, podían perder sus propiedades esenciales que las convertían en moneda de intercambio: su capacidad de divisibilidad, su fácil almacenamiento y transportación y su dificultad para ser falsificada entre otros, en contraparte, los bienes de consumo para las cuales esas monedas de intercambio debían representar, si tenían que tener siempre y forzosamente un valor intrínseco. Esa sencilla contradicción podía ser ampliamente teorizada en escritorios de elegantes economistas y funcionarios socialistas, pero no tenia lugar practico en las calles de la ciudad donde la gente necesariamente tenia que adquirir bienes de necesidad y de consumo y requería una moneda o medio de intercambio que pudiese ser verdaderamente negociable y les permitiera subsistir. 

Estos países del este habían implementado las ideas estatistas de Carlos Marx y habían nacionalizado todos los bienes y cadenas de producción, destruyendo en el proceso todo vestigio de sana y libre actividad economica y convirtiendo a esos estados en un mar de burocracia, nepotismo y corrupción que terminaría por quebrantar la economía de estado y destruir todo valor y credibilidad en su propia moneda oficial.  

En ese proceso de estatización de todos los medios de producción, distribución y comercialización de todos los bienes y servicios que antes fueron producto del ingenio de los ciudadanos, los gobiernos de esos estados socialistas se habían convertido en enormes elefantes de burocracia y corporativismo. Una organización estatal que ahora estaba existiendo por si misma y para si misma, con grupos de control permanentes y una enorme fuerza de trabajo burocrática con intereses y objetivos propios de conservación de privilegios y opuestos a los de los ciudadanos de esos países y con una enorme capacidad clientelar por los grandes presupuestos gubernamentales que controlaban (¿suena familiar?).

Estas enormes, lentas y negligentes burocracias habían absorbido todos los recursos económicos y materiales del estado mientras que continuaban en permanente expansión y se habían convertido también en una fuerza burocrática incontrolable con cientos de miles, millones de trabajadores del estado demandando salarios, beneficios y prestaciones por encima de los que la población común y corriente podía acceder. Una verdadera marabunta corporativa que absorbía todo recurso a su paso.

Como en los tiempos de los Cesares en Roma, las elites, el único partido en el poder, el partido comunista, vivían sus propias batallas internas con grupos que reclamaban el control de los enormes e irresponsables presupuestos gubernamentales y mientras los bancos centrales controlados por esta burocracia continuaban imprimiendo moneda oficial irresponsablemente, creando inflación galopante, devaluaciones y destruyendo la credibilidad de su moneda cada vez mas,  las elites gubernamentales del partido comunista habían convertido a la política en un exclusiva mesa de juego de póker a la cual solamente unos cuantos poderosos políticos tenían acceso (¿dónde hemos visto eso?). Dejando a la inmensa mayoría de la población mirando como esta elite se repartían las franquicias estatales entre ellos y desde luego, como siempre, cualquier negociación o compromiso entre los poderosos caciques significaba siempre la perdida de mas derechos del los ciudadanos de a pie. 

En las calles, los mercados no sancionados por las autoridades, o mercados negros eran en contraste dirigidos por personas comunes y corrientes que buscaban subsistir, ganar dinero o riqueza, dando un servicio a la gente a cambio de ello y sin las costosas y corruptas estructuras burocráticas y eran mucho mas eficientes a la hora de crear cadenas de producción y distribución que rápidamente acercaban productos a la gente y para escapar la trampa burocrática del estado que buscaba confiscarlo todo y nacionalizarlo todo, estas personas dejar de usar las monedas oficiales, ya sin valor ni credibilidad, y habían comenzaron a negociar con otros bienes como medio económico.

De esta manera una cajetilla de cigarrillos Kent, difíciles de falsificar, estables en su valor intrínseco y fáciles y ligeros de transportar y almacenar, reemplazarían toda la absurda planeación y teoría monetaria del socialismo y llegarían a utilizarse como moneda común en miles de mercados, hasta llegar a alcanzar el precio de $100 dólares por cajetilla en las calles de Bucarest y otras ciudades del bloque socialista.