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sábado, 6 de julio de 2013

La desaceleración de Peña Nieto



Por: Diego Petersen Farah

El gobierno de Peña se estancó y con el el país entero. La velocidad y legitimidad con la que arrancó el sexenio, hace escasos siete meses, prometían un gobierno eficiente y fuerte, sin embargo ha ido perdiendo altura y apunta a tierra. El Pacto, que dio resultados inmediatos y se convirtió en el espacio por excelencia para encontrar soluciones políticas a los grandes temas nacionales, hoy está prendido con alfileres. 

La operación política no resistió la confrontación electoral. Era previsible, hasta cierto punto, que las elecciones alejaran a los partidos y que pasando julio las aguas volvieran a su cauce. Lo que no estaba en el guión era que las violencia y la corrupción contaminaran las elecciones de la manera que ha sucedido. 

Las heridas en estas campañas no son políticas, de esas que se resuelven con dinero y negociación, sino reales; al menos 20 candidatos han sido tocados por la violencia de acuerdo a un trabajo de SinEmbargo. Osorio Chong reconcentró el poder en la Secretaría de Gobernación. Desde el Palacio de Cobián se buscó articular la nueva estrategia contra la violencia y el crimen organizado, pero ésta se limitó a cambiar el discurso y nada más. La violencia sigue exactamente igual y con una peligrosa tendencia a la dispersión: hoy hay 19 municipios más que han sido tocados por el fenómeno de las ejecuciones (pasaron de 217 a 236 de acuerdo a los números de Eduardo Guerrero en Nexos, julio de 2013). El Ejército sigue en las calles pero incómodo y atravesado por un discurso contradictorio. 

Pero lo más grave en materia de seguridad en estos meses ha sido la aparición y la no contención de los grupos de autodefensa donde se han mezclado la indignación ciudadana con viejos grupos de guerrilla armada de Oaxaca y Guerrero, y con el crimen organizado en Michoacán, un coctel que no augura nada bueno. El gobierno parece pasmado ante el fenómeno que sigue creciendo. Su única respuesta ha sido movilizar al Ejército en contradicción absoluta con el discurso que ellos mismo construyeron. 

El otro pilar de Peña Nieto, Luis Videgaray en Hacienda, tampoco está dando los resultados esperados. Mes a mes se reduce la expectativa de crecimiento; ya vamos en 2.8 cuando arrancamos el año con 3.5. Lo grave es que el principal factor en la desaceleración es el sub ejercicio presupuestal del gobierno federal. El afán de control le está ganando a la eficiencia y están secando la economía, con las consecuencias sociales que esto tiene, sobre todo en los jóvenes: sin crecimiento no hay empleo. Otra vez, el discurso es destrabar la economía para lograr crecimientos de arriba del seis por ciento, pero en la práctica es el gobierno el principal obstáculo para que lleguemos siquiera a un crecimiento por encima de tres por ciento. Por momentos pareciera que el gobierno de Peña está perdiendo la brújula, que el guión se escribió y se ejecutó a a perfección sólo para seis meses. La desaceleración política y económica es proporcional a la aceleración de la violencia y la tensión social. Necesitamos al Peña Nieto de diciembre y enero, o quizá simplemente que liberen ya la segunda parte del guión, porque hoy por hoy el gobierno se ve perdido.

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